top of page
  • Horacio Manganeso


Explayo el friso cuando no puedo parar de mover la pierna en el semáforo involuntario de oficinistas apurados para llegar a sus escritorios sin respetar ningún tipo de apuro peatonal sin auto y desesperados por hacer exactamente lo mismo. Las mañanas en la ciudad pueden volverse sádicas cuando los subestimados a pie tientan la muerte sabiéndose dirigidos por su mono comando al laburo. los automovilistas, en condiciones un tanto parecidas pero un tanto más pudientes, pudiendo no más que ver con suerte las luces del tránsito, sin importar si llueve o si hace un frío de la gran flauta congelada por Pagnifique, le pasan a uno por encima, aunque uno haya llegado empíricamente antes al cruce. Y ahí no hay ceda el paso, no hay cebra que desacelera los neumáticos. La carrera citadina, a la mañana, trata de ver quién se tira primero. Compiten la multa contra la suicidio, el susto contra la puteada, pero al fin de cuentas, la llegada tarde contra la llegada tarde. Amen y fac iu la concha de tu madre, mandate nomás, gil de goma.


© 2025 por Agustín Luque.

  • Youtube
bottom of page