- Merwina Londés
Videoclip. El profesor de matemáticas se va a Alaska: «me voy para Alaska» y cantamos abrazados en el banquito bajo el techo de la escalera del patio de los abuelos. Está una que me gusta, que tiene un novio que tiemblen, le gusta el rock, y jodemos con el profe numeritos, y hacemos cosas parecidas en el salón de sexto de primaria, contra las columnas los carteles, recortar una parte de la letra por el mismo chiste, y después en otra parte decimos: «y nunca me acuerdo», porque no nos acordamos. Cantar esa parte nos da mucha gracia. Estaban todos Maribel, JC, Escai, Grifilda, Noharto. La que me gusta, Britania, se tropieza y la levanto cantando. Al final el profesor se va y le preguntó si en serio se fue y me dice que si, que nos enloqueció.
- Merwina Londés
Escapamos de los cangrejos colorados y los escorpiones. No les gusta que protestemos con nuestros carteles de Apocalipsis. Compañeros de escuela, artistas, interesados, nos habíamos juntado en el campus del Colegio Hiedra.
Vamos por las cuevas más subterráneas de la ciudad, accedimos pasando por un bar regido por la clandestinidad, nos abrió un cuadro uno de los mozos. Todo lo que sucedía en las cuevas eludía una circunstancia de la superficie, quiero decir, seguíamos huyendo porque, aunque fuera posible que no pudieran encontrarnos el miedo era tan grande que nos empujaba a seguir huyendo, más y más, como si estuviéramos cavando un pozo. Cuando digo pasábamos me refiero a eso que puede denominarse de grupo, éste, integrado por al menos siete compañeros del Astral[1] se iba fragmentando hasta que quedábamos solo con Escai (interpretado por Martín Echenique), y luego esta muchacha con el pelo decolorado y yo.
Nos encontramos a orillas de un mar de agua roja, ácida o tóxica, posiblemente contaminada, con esta muchacha. Ambos tenemos el propósito de cruzar el lago, seguimos sintiendo el apuro o el aprieto y vemos el cruce como una salvación. Se puede ver en el otro extremo del lago una especie de mansión o de edificación tamañosa entre gótica y futurista, detrás de un bosque quemado que termina en unas rejas altas y oscuras. Ahí relampaguea. Hay exterior.
La superficie iluminada por los relámpagos deja ver un esqueleto saliendo del agua a escasos metros de un lagarto negruzco que debió de darle a ella la idea de que podía meter la mano en el agua sin que se le desintegrara la piel.
[1] Además de ser un teatro montevideano, el Astral quedaba debajo de mi escuela (Wara). Por eso mismo, las muestras de fin de año se hacían ahí y a los niños nos daba mucha curiosidad tanto el teatro con sus camerinos como un cuarto piso que estaba prohibido que le servía al teatro de taller y de depósito.
Enejeías Enej, apareciéndose y desapareciéndose con la técnica del relámpago aprendida de Escai, enloquece, quiere matarlos. Viaja en el tiempo al pasado para salvar a alguien que si muriese el mundo del futuro desaparecería. Noharto quiere ponerle el aparato a Rojo, pero Enej, muy tranquilo, se lo saca y se lo pone a Yasiré revelando su plan.
Luego de un lapsus conversacional donde no recuerdo, Noharto se va saltando en una pata para no tocar la arena, llegan a un bar.