Por plataforma refiero a un lugar donde el hecho artístico no solo se suceda sino también funcione como centro de públicos. Una plataforma es un lugar de accesos, que ofrece un contenido que, pudiendo o no ser específico, corresponde a un mecanismo de consumo específico.
Se ingresa a Spotify a consumir música o radio hablada. Se ingresa a Twitch para consumir gente haciendo algo a lo que habla. Incluso en una plataforma mucho más abarcativa como YouTube, donde se puede encontrar un video de un gato, una charla, o un resumen de cualquier cosa, puede decirse que está enfocada en videos que puede hacer cualquiera. Así cualquiera de estas tiene su funcionalidad, cada quien podrá cargar en su plataforma lo que le parezca siguiendo las reglas finitas de la plataforma en cuestión. Sus industrias marchan en base a estéticas puntuales.
Presencialidad y resistencia
Tratándose de plataformas presenciales la complejidad se amplía. La economía y cultura del esparcimiento, absolutamente anexada a la industria de los bares, del alcohol y las papas fritas con cheddar, capitaliza al artista como un medio entre éste y su hipotético público. El músico toca en el bar mientras la gente come. Lleva a sus amigos, a su familia. Lleva clientes y a cambio obtiene una hamburguesa, morlacos de un sombrero, y de paso una plataforma. En menor medida, pero igualmente, en ocasiones los bares abren sus puertas para que se sucedan exposiciones de pinturas, de fotografías, teatro, esétera.
Claro está que el modelo de artista emergente busca su plataforma en donde hay y como puede. Ahora, ¿qué es lo que buscan de estas ambiguas plataformas de expresión sino visibilizarse?
El sustrato económico puede darse ―de manera generalizada― como elemento complementario a la economía del teatrista o músico que entre otros vaivenes ―clases, talleres, subsidios― reitere su actividad en los bares, puede ser también un complemento zafral. Pero en general, esta actividad under suele, sobre todo, complementar un proyecto ulterior que eventualmente necesitará de una plataforma que necesite ―no solo de un aforo mayor― sino que también de la atención del público en su obra y no así en la comida.
Si bien, como expreso en "El almanaque: tácticas y contenidos del arte en el internet de la posverdad", pienso que el camino no aparece en la artes presenciales sino en la digitalización de obras, me esfuerzo aquí en mirar la escena de lo presencial analizando defectos y posibilidades.
Posibilidades independiente: la hipotética generación de un público
Las artes vivas dependen ―obviando el escaso arte callejero― de instituciones. Éstas, suelen tener intenciones políticas o comerciales ―más bien ambas― y con sus intencionalidades delimitan la oferta o la candidatura a ocupar los espacios que poseen y que les suponen rédito en cualquiera de las dos afirmaciones. Si bien el artista suele apelar a su subsidio para presentar su obra, aquí nos centraremos en la actividad independiente.
De esto suelen ser ejemplo los músicos que, en relación a bares y eventos, pueden acceder a algo parecido a un escenario y, en todo caso, a un público. Como se sobrentiende, la actitud del músico no está ―a rajatabla― alineada con el bar o evento en cuestión, sino que se usa del mismo ―así como el éstos se usarán de su arte― para darse a conocer.
Yendo a otras puntas del arte, lo mismo pasa con las pintura, con las exposiciones fotográficas, con las ferias de ilustración, tatuajes, y stickers, como también en contadas ocasiones con la danza o el teatro. La ocupación o la creación de un espacio, de cualquier manera, depende siempre de la condicional de 'evento'. Esto no significa que no haya espacios con mayor enfoque cultural que otros, sino que los espacios ―o las instituciones― prevalecen más allá de la actividad cultural y se usan de la misma por para visibilizarse o hasta de cara a un aguinaldo.
De esto dio su ejemplo Orientación Poesía con su En el camino de los perros, donde, tomando 2017 como redondeo, generó gran cantidad de lecturas e interpretaciones performáticas en los bares de Montevideo, no más que llevando su propuesta a los bares (para empezar).
Por esto, los espacios están ahí. Obviando entidades como el CCE, o el EAC, o hasta incluyéndolas, la posibilidad de ofrecer una actuación o exposición ―en materia de lo que fuera― en un bar, está al alcance de la mano. La mayoría de los bares están predispuestos a las propuestas o son accesibles porque éstas les representan el acercamiento directo de públicos que, de otra manera, esa noche, podrían haber ido a cualquier otro bar o no haber salido de la casa.
Como regla general, los espacios disponibles, fuera del sistema de arrendamiento de salas o de los pertenecientes a la Intendencia de Montevideo, están disponibles si se les golpea la puerta. El hecho de que tan solo tres o cuatro espectáculos decidan presentarse al año en bares ―tomando el bar como lugar popular y accesible― es contrario a la posibilidad de captación de nuevos públicos.
Teniendo esto en cuenta, es inhóspita la queja de los precios de las salas en un medio independiente que no se asume como tal, recayendo en lo institucional, siendo privado. Es fundamental, para cualquiera que desee promulgar o favorecer las artes vivas, pensar en la posibilidad de adaptación ―no parcial sino total― a esta clase de espacios, con la intención de captar nuevos públicos o hasta de fomentar una tradición en torno al consumo de artes vivas cualquier sábado por la noche.
Que esto no se suceda, creo, vuelve a hablarnos de un artista dependiente del apoyo de terceros, de prestaciones y de pretensiones, que no terminan de alinearse con su queja ante la falta de públicos. Nos habla de artistas que no buscan públicos, sino que los 'merecen' de antemano golpeando siempre las mismas puertas, algo perezosos.
Dado nuestro momento, continuo, considero que el panorama virtual es la forma idónea para analizar posibilidades en las que el arte emergente pueda acceder a plataformas de exposición presenciales directamente centradas en el mismo. Haciendo a un lado el vínculo entre el arte y otro tipo de formatos que nada tengan que ver con su empresa, como herramienta de exposición, lo esperable es que el artista se use de las plataformas que provee internet.
Que el caso de Instagram notoriamente acentúe el contenido audiovisual, por ejemplo, significó una ventaja a la comunidad ilustradora, del diseño gráfico, de la fotografía, el dibujo y la pintura, como a todo el vaivén visual y audiovisual.
Pero si bien grandes obras nacen y perduran en los albores de la internet, la internet en sí funciona como un almanaque gigante. La internet no está pensada para el arte, sino que para la comunicación que hoy en día es sinónimo de entretenimiento. Desde bloggers o video bloggers, hasta tecnólogos, profesores, divulgadores científicos, personalidades influyentes, largos eséteras, manantiales de contenidos de revista entre los que el arte naufraga no son, en ocasiones, más que moneda de intercambio.
Ojo, no niego la fantasía en torno a la internet, ni las posibilidades magnificas que nos presenta. El internet es sobre todo un cardumen de puestos laborales y de estos los artistas también sacan provecho. Ahora, pareciera ser difícil que aquí saquen provecho a su arte.
La modalidad de freelance desvaloriza absolutamente el trabajo de montones de escritores, diseñadores, músicos, o editores de video para nombrar unos pocos y no hacer una lista eterna de diversidad de rubros. Por su parte, la dicha de ‘creación de contenidos’ si bien significa algo parecido a la independencia valorizando el trabajo ―o hasta sobre valorizándolo más que nada―, consigue que el creador de contenidos se vuelva esclavo tanto de su contenido como de la agenda.
Cuando digo que la internet es un ‘almanaque gigante’, señalo que el contenido de revista bien conocido por ser sumamente abarcativo en cualquier dirección, ‘contrata’ implícitamente a una persona para encargarse de un segmento de esa revista. Y el almanaque, con la ayuda de sus números, no quiere más que el contratado se encargue del segmento para el que fue contratado.
La posibilidad de manifestar opinión creó en los últimos cincuenta años la revista interactiva más grande hasta ahora conocida, y, mientras que los audiovisuales destacan entre la maraña, a los artistas plásticos se les presenta una dificultad ya que el uso popular de las redes mismas pone al creador emergente a competir dentro de una comunidad de desayunos, gatos, y selfies.
Uniformemente, cualquier de estos, de resultar exitosos, logran visibilizar su contenido siguiendo las siguientes estrategias básicas:
Contenido de agenda
Percibe y persigue eventos importantes de actualidad y calendario pretendiendo viralizarse en fechas puntuales. Trabajando posiblemente con un cronograma, creadores como Marian Cuervo en el medio local del diseño gráfico, preparan con antelación publicaciones para la Macha del Silencio, el 8 de Marzo, o Halloween.
Estando al alpiste de otras puntualidades como contenidos viralizados, desde memes hasta lanzamientos de álbumes, acontecimientos sociopolíticos, culturales, frases, o expresiones. Sus publicaciones más influyentes suelen ser realizadas de manera elaborada, digamos que ‘con tiempo’.
Entre estas publicaciones ideadas para el hit aparece un segundo tipo de publicación subordinada que consta en la expresión de figuras un tanto más simples que, si bien se incluyen dentro de su estética ―que necesitará ser propia o particular―, se parecerán a una tarea de mantenimiento.
El contenido de agenda demuestra ser una herramienta focalizada en la captación de públicos y el logro de futuros ingresos pasivos en una estrategia de cara a un proyecto que no pareciera ser ‘crear obra’ sino más bien conseguir una estructura económica independiente y rentable a largo plazo. Sin embargo, aunque pueda mantenerse el procedimiento, suele la estrategia ser usada en función de un segundo tipo de contenido.
Luego de la captación inicial de un público, es factible que se intente migrar la audiencia a otro tipo de consumos que puedan tener que ver o no con la actualidad, pero tienden por defecto a un formato donde se expresa la persona, sea poniéndose por delante de sus creaciones, hecho que compartirá con los creadores de impacto coercitivo (como Damián Kuk), o poniéndose por delante de las creaciones de alguien más (como Ale Marín).
Contenido empático
El personaje, que será aquella persona que, por su personalidad, su estética, actividad, u opinión, o por una combinación de las anteladas, llame la atención de manera tal que pueda entretener a una audiencia, al igual que el creador de contenido de agenda, se usa de la agenda. Pero de la agenda que representa el pensamiento o la conducta de sus espectadores.
La diferencia es que no sigue más que una agenda estética generacional. Aquellas publicaciones interinas entre un evento de actualidad y el próximo al que los creadores de agendas podrían llamar de mantenimiento, en el caso de los personajes resulta ser su fuerte ya que el personaje trabaja desde el leitmotiv de sí mismo y desde su postura no comentará, sino que representará la actualidad. Como es el caso de Evita Luna.
Contenido de dossier
Los nichos son moneda corriente, pero, aunque ambas opciones juegan con la misma táctica, el contenido de agenda corre la agenda y el empático corre la superación. Porque, aunque ambos puedan buscar la superación en términos de audiencias, mientras que la agenda está impuesta o necesita de la alerta, de la audacia, y de la capacidad de reacción ante los sucesos populares que puedan interesar a su público objetivo, el contenido empático buscará siempre la búsqueda por el impacto sobre la percepción de su figura.
Aun así, una tercera cara forma parte de la fiesta. Creo que hay una clase de artista exploradora. Sin negar que los casos anteriores lo sean, en internet puede apreciarse el artista de dossier, que es aquel que expone sus creaciones quizá esperando que pase algo, o no. Las dificultades para estos artistas, a mi entender, son mayores en el sentido de que esperan captar la atención de otro directamente por la belleza de su creación y no por su proyecto en sí que de por sí, es mucho menos comprensible y entreverado.
Quiero decir, siendo que el arte meramente visual, no es algo que repose durante mucho tiempo en el ojo. El artista de dossier prescinde ―como regla general― de la posibilidad de que su contenido se comparta.
El contenido de agenda, así como el de impacto, buscan la identificación con otro que, al verlo, sin pensar demasiado, comparta en todo sentido. El artista de dossier lo que buscará es el reconocimiento de su obra. ¿Cualquiera de los tres casos busca el reconocimiento? Sí, y ahí entra en juego el proyecto.
Entre el reconocimiento y la exposición
Siguiendo con el ejemplo de los artistas visuales traigo a nuestra famosa colación el evento meme. Una página de memes emprende una travesía puntual. Si consigue que su contenido se comparta, se viralice, lejos de acceder al reconocimiento tendrá seguidores. Quizá pueda, ¿por qué no?, arrobarse a sí mismo en el feed de Instagram de su página exitosa cuando viendo su repercusión busque el éxito. Pero será tarde, lo que triunfó fue su proyecto. ¿Podría sacar rédito económico? Quizá. De cualquier forma, a priori, el interés de su público se sitúa en lo que hizo, cosa con la que no lo relaciona, hasta donde quiera será esclavo de su contenido, hasta donde se identifique.
Quienes hagan contenido de agenda corren una suerte parecida, aunque claramente distinguible. El contenido de agenda suele tener una cara o un nombre, pero, aunque lo que destaque sea el ingenio y la estética, no es esto lo que importa a menos que lo que se busque sea no más que una felicitación. Si tal es reconocido por sacar la postal de Halloween posmoderna y crítica, tal no estará tan lejos de su postal. No por nada muchos dibujantes de periódicos deciden salirse del esquema en el que su viñeta semanal o diaria comenta un hecho de actualidad.
El artista empático parecería comprender esto, y en cambio, buscando ser novedoso, tiende a interesarse desde una primera instancia por la asociación de su trabajo a su persona, lográndolo en ocasiones sucumbir en la pregunta sobre qué será lo próximo que hará. El artista de dossier, como insinué anteriormente, intenta ilusoriamente saltearse estos pasos y ser una figura asociada con su trabajo antes de mostrarnos otro proyecto que su trabajo en sí.
En cualquiera de los casos ejemplificativos, el proyecto será eventualmente necesario.
Aclaro: proyectos tiene todo el mundo, cuando digo de proyecto me refiero a la promesa de obra.
Cuando la agenda se haga reiterativa y el arte sea no más que producto, se buscará. Cuando el impacto sea ya imposible, se necesitará. Así como en el dossier se intenta.
Puedo entender de la agenda el producto, si eso es lo que se quiere, y el proceso de adaptarse puede continuarse hasta el hartazgo. El impacto por su parte tiene un límite definido, habrá una barrera que ya no se pueda atravesar, pero también esta barrera tendrá su público.
Lo que sucede con ambos es que el objetivo de sus proyectos es —en sí mismo— un llamado de atención de cara al proyecto. Cuando la atención se estabilice ―porque la atención también tiene límites definidos― de haberse sucedido el sustrato económico podría generarse una estabilidad preventiva que requiera de mantenimiento constante.
Así, me atrevo a situar al contenido de agenda como el de impacto dentro de la categoría del meme, recordando el significado inicial del término: ideas, prácticas, o símbolos, que puedan transmitirse a través de la mímica.
Lo masivamente compartido, o lo que se estructura para serlo, no busca más que la identificación seguida de la transmisión sin esperar la perdurabilidad. Ahora, si dejamos que corra el meme por otra vía, la del estímulo acelerado, y nos preguntamos por el arte en sí mismo y los objetivos de los artistas, nos encontramos con esa insoportable sensación trascendencia que ampara al artista en el arte en primer lugar.
De generaciones provocativamente nihilistas surgen artistas quejumbrosos como antes surgían cada tanto. Enfrentándose éstos ante el mar de la posverdad, perdidos en los ríos de las redes, intentan explicar lo que exclusivamente entienden, a veces, de manera frecuente, cayendo el cliché de la agenda como manotazo de ahogado.
Cuando no, caen en lugares tan públicos que comienza el escándalo interno del ‘cómo hago’. Las miradas ventajosas se inician, las movidas de márquetin, las campañas de éxito. Y ya habiendo salido de las artes visuales, atendiendo al arte en sus generalidades, ocurre el epifenómeno de la eutanasia mística.
Por decisión voluntaria el artista elige sacrificar sus intereses esperanzado de que la habladuría sobre las problemáticas de agenda lo visibilicen, o lo que es peor, los intereses del artista pasan a ser los de su manada obviando cualquier perspectiva o intencionalidad propia.
El artista reproduce lo que un hipotético público quiere siendo esto algo invariable. El artista llega a convencerse de que está añadiendo al lote sin reconocerse como parte del lote.
Aconteciendo o no el caso, el próximo paso para el artista ―hasta ahora independiente― es conceptualizar su creación. El artista quiere dar charlas, dar clases, talleres, mostrar su obra en exposiciones, vender en una feria, protagonizar algo, aparecerse en lugares donde se lo reconozca por lo que hace.
Picó desde siempre el reconocimiento, pero el proyecto pretende algo más, un medio de vida, una actividad continua que pueda reducir la distancia entre felicitación y felicitación.
Por eso los bares, por eso las presentaciones, las idas a los eventos, a las ferias, exponer, ganar un concurso. Nuevamente, la campaña de éxito del artista es clave para comprender la posibilidad de algún tipo de plataforma, la generación de un público generalmente interesado necesita un lugar.
Las redes lo proponen, pero el artista quiere el encuentro, necesita del hecho empírico que luego será demostrado, comprobante burocrático, credencial de su experiencia y su reconocimiento. Sus saberes meritocráticos acumulables.
Sabiendo que somos pocos, y que contados son los artistas que viven del arte, en cada arte, el embudo se achica advirtiendo que, al final de la boca, tan solo saldrán un par. Esto hace que divulguemos menos la actividad de la competencia, y a su vez, el sistema de intercambio consigue que se divulgue menos nuestra propia actividad.
Para teñir el pueblo de sueños y fantasías, hace falta que tanto las obras como sus hacedores, los artistas, adquieran reconocimiento y ocupen espacios dentro del halo social.
Pero para combatir esta falta y siquiera poder pensar en algún tipo de industria cultural, no pienso que solo el Estado y los medios de comunicación deban proveer e invertir en plataformas donde el artista y su obra pueda exponerse, más bien lo contrario.
Sería, quizá, ideal, que mañana Uruguay lance setecientos concursos y sea España, pero esperar no tiene causa. Ni el Estado ni los poderes económicos, por mucho que uno quiera que apostaran en materia de cultura, a menos que intuyan la apuesta millonaria, jamás dispondrán sus chirlos.
En tanto, el rol de nuestros artistas contemporáneos, de querer fomentar y divulgar sus pensamientos y costumbres, es el de ponerse como ejemplo en la mira. Y, acorde a mi percepción, suelen hacerlo siguiendo variantes y conbinaciones de los modelos expresados a continuación.
Modelo colaborativo
Dentro de este, todas las partes comparten y son compartidas por estar en constante colaboración con otras partes creadoras del nicho. Algo que podría ser visto de astuto —sino de audaz—, y que seguro provee a los individuos con mayor cantidad de méritos que los que obtendrían por su cuenta.
Aun así, este modelo sigue fomentando lo chiquito del resguardo, de nichos que no terminan de acceder a los públicos grosso modo, incluso cuando alcanzan a ocupar espacios hegemónicos de cuando en cuanto. Al final, suelen tener una cede en una figura central acaparadora, que, de acceder al espacio, es la que declara.
Me guardo los ejemplos porque, justamente, somos pocos, pero hablo de figuras o eventos asociadas a otras figuras.
Hablo de burbujas chiquitas que no acceden a la remuneración económica a cambio de sus propuestas y que deben obrar por fuera de su arte y de su nicho para solventarse.
Modelo acumulativo o secreto
Este opera en las sombras generando un público que con suerte le hace culto. No pretende el reconocimiento del resto del medio como sí lo hace el primero, pero, aunque elude la colaboración, también elude el crecimiento.
Este modelo, si bien también parece ajironado con la idea de ‘pegarla’, aparentaría estar 'menos apurado'. Puede que opere directamente desde las sombras, como dije, pero en ocasiones pareciera desear que las masas lo descubran a raíz del ‘boca en boca’ o algo parecido.
Como es lógico, se sustenta por las vías del culto, del perfil adepto, el admirador, y el curioso.
Jugadores de agenda
Una tercera modalidad suele ser utilizada en alguna medida por casi cualquiera, siendo la táctica más exitosa y estratégica. Hablo de la jugada de agenda. Tanto el Estado como las instituciones privadas, tienen su agendas sociales basadas en el correctísimo político deseado para las fachadas de sus entidades. Asimismo, el diálogo con la realidad cotidiana, ayuda hipotético público a interesarse en las propuestas.
Bien utilizando esta modalidad, sin prescindir necesariamente del lobby, se puede conseguir financiamiento y reconocimiento a raíz de la agenda sociopolítica. Sin necesidad de acceder o pertenecer al nicho artístico X, se opera bajo el aura del artesano, persiguiendo la necesidad económica funcionando en apariencia como operante social, y, aunque no guste demasiado a las modalidades secretas, es de lo más parecido a un artista que tenemos.
Por supuesto que habrá combinaciones de los antelados, sino más modelos que escapan mi consideración. Pero al por mayor, esto es lo que entiendo que sucede —no en una sino en todas— las disciplinas artísticas a nivel regional.