A pasos de la Matriz, se gesta un espacio que funciona como taller de pintura en @modo.casona. Esta antigua casona ―valga la redundancia― fue bellamente restaurada y hoy en día oficia de lugar para las artes. Allí se abren las puertas de una habitación para que todos aquellos que estén interesados en aprender, practicar, mejorar la pintura y el dibujo en sus diversas técnicas, puedan acercarse.
En Habitación 7 ponen el cuerpo y la mente tres despegados de las artes visuales: Cintia, Fede y Gastón. Y pongo a la cabeza a Cintia para que no queden dudas de que ella es fiel participante del proyecto y descreer a las malas lenguas que digan lo contrario.
Cintia, Fede, y Gastón dieron por oficial la inauguración de este espacio el pasado 9 de octubre con un encuentro de pintura al desnudo ―práctica habitual entre esta gente y de la que también dan semanalmente un taller― con la especial participación de Ariel e Ismael dándolo todo en el modelaje junto a @artium.nudus. @loquehiceenlapandemia compartió una máscara steampunk para un desafío mayor y con más onda, integrantes de @lamaquinaavapor tocaron altos blues, @libertadomuerte.uy nos dio a probar unos hummus que más que ricos resultaron ser adictivos, @ludesouza00 compartió su poesía entre vino y risas, y yo me gocé.
Para seguir aplaudiendo a este gran proyecto que apenas inicia pero que no para de crecer, les comparto mis impresiones sobre la obra de cada uno de los integrantes:
Cintia Díaz Mesa
Las pinturas de esta genia del óleo superan lo visible con creces. Ella dice pintar la realidad. Yo opino que más que reproducirla, la embellece, la fortalece. A través de sus obras nos muestra en profundidad detalles que la mirada convencional no ve.
Federico Vaucheret
Un artista que no discrimina técnicas. Del óleo al dibujo, a la carbonilla, al flúor, a la tinta, al digital, esé. Se adentra en la experimentación de diversos materiales y sale triunfante. Su ojo y su mano parecen estar entrenados para ‘lo que venga’.
Gastón Beltrán
Lo he visto hacer de las suyas y estoy casi convencida de que pinta con fidelidad lo que ve casi sin mirarlo. Juega entre diversas técnicas ―entre ellas el pirograbado, que es sin dudas mi preferida― y lo hace con una calidad fina.
Llega ese hermoso momento del año que estábamos esperando. Ese momento en que las veredas se llenan de pelusa. Los ojos, la garganta, la ropa; se llena de pelusa. Hay pelusa. Hay pelusa en todas partes y no hay escapatoria.
Pensamos que la pelusa, esa especie de nieve primaveral que nos tocó, es una herencia maldita que soportamos todos los años y que los alérgicos vemos con terror cada septiembre.
¡Que hermoso momento! Después de casi dos años de esta pseudo encierro en la alegoría de la caverna donde afianzamos más nuestra relación con el celular, las redes sociales y el trending topic, llegó el hermoso momento de salir a la calle a que te abofetee esta tormenta de pelusa y confundir el ataque de alergia con la posibilidad de tener covid y encerrarte nuevamente. Es una buena excusa la pelusa.
¡Pero no! Hace poco me enteré que están cambiando los árboles así que llegará el momento en que no habrá pelusa. No más pelusa. ¿Y de qué me voy a quejar? ¿Qué va a ser de mí el próximo septiembre donde ya no haya más tormentas primaverales? ¿Qué será de nosotros? ¿En serio voy a tener que fingir demencia y quejarme de que La Selección no pierda un partido? Hay que ponernos en campaña para para que prevalezca la pelusa, si a Londres nadie le saca la lluvia no pueden sacarnos los plátanos. No hay que permitirlo.