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Sr. No

El almanaque: tácticas y contenidos del arte en el internet de la posverdad




Dado nuestro momento, continuo, considero que el panorama virtual es la forma idónea para analizar posibilidades en las que el arte emergente pueda acceder a plataformas de exposición presenciales directamente centradas en el mismo. Haciendo a un lado el vínculo entre el arte y otro tipo de formatos que nada tengan que ver con su empresa, como herramienta de exposición, lo esperable es que el artista se use de las plataformas que provee internet.


Que el caso de Instagram notoriamente acentúe el contenido audiovisual, por ejemplo, significó una ventaja a la comunidad ilustradora, del diseño gráfico, de la fotografía, el dibujo y la pintura, como a todo el vaivén visual y audiovisual.


Pero si bien grandes obras nacen y perduran en los albores de la internet, la internet en sí funciona como un almanaque gigante. La internet no está pensada para el arte, sino que para la comunicación que hoy en día es sinónimo de entretenimiento. Desde bloggers o video bloggers, hasta tecnólogos, profesores, divulgadores científicos, personalidades influyentes, largos eséteras, manantiales de contenidos de revista entre los que el arte naufraga no son, en ocasiones, más que moneda de intercambio.


Ojo, no niego la fantasía en torno a la internet, ni las posibilidades magnificas que nos presenta. El internet es sobre todo un cardumen de puestos laborales y de estos los artistas también sacan provecho. Ahora, pareciera ser difícil que aquí saquen provecho a su arte.


La modalidad de freelance desvaloriza absolutamente el trabajo de montones de escritores, diseñadores, músicos, o editores de video para nombrar unos pocos y no hacer una lista eterna de diversidad de rubros. Por su parte, la dicha de ‘creación de contenidos’ si bien significa algo parecido a la independencia valorizando el trabajo ―o hasta sobre valorizándolo más que nada―, consigue que el creador de contenidos se vuelva esclavo tanto de su contenido como de la agenda.


Cuando digo que la internet es un ‘almanaque gigante’, señalo que el contenido de revista bien conocido por ser sumamente abarcativo en cualquier dirección, ‘contrata’ implícitamente a una persona para encargarse de un segmento de esa revista. Y el almanaque, con la ayuda de sus números, no quiere más que el contratado se encargue del segmento para el que fue contratado.

La posibilidad de manifestar opinión creó en los últimos cincuenta años la revista interactiva más grande hasta ahora conocida, y, mientras que los audiovisuales destacan entre la maraña, a los artistas plásticos se les presenta una dificultad ya que el uso popular de las redes mismas pone al creador emergente a competir dentro de una comunidad de desayunos, gatos, y selfies.

Uniformemente, cualquier de estos, de resultar exitosos, logran visibilizar su contenido siguiendo las siguientes estrategias básicas:



Contenido de agenda

Percibe y persigue eventos importantes de actualidad y calendario pretendiendo viralizarse en fechas puntuales. Trabajando posiblemente con un cronograma, creadores como Marian Cuervo en el medio local del diseño gráfico, preparan con antelación publicaciones para la Macha del Silencio, el 8 de Marzo, o Halloween.


Estando al alpiste de otras puntualidades como contenidos viralizados, desde memes hasta lanzamientos de álbumes, acontecimientos sociopolíticos, culturales, frases, o expresiones. Sus publicaciones más influyentes suelen ser realizadas de manera elaborada, digamos que ‘con tiempo’.


Entre estas publicaciones ideadas para el hit aparece un segundo tipo de publicación subordinada que consta en la expresión de figuras un tanto más simples que, si bien se incluyen dentro de su estética ―que necesitará ser propia o particular―, se parecerán a una tarea de mantenimiento.


El contenido de agenda demuestra ser una herramienta focalizada en la captación de públicos y el logro de futuros ingresos pasivos en una estrategia de cara a un proyecto que no pareciera ser ‘crear obra’ sino más bien conseguir una estructura económica independiente y rentable a largo plazo. Sin embargo, aunque pueda mantenerse el procedimiento, suele la estrategia ser usada en función de un segundo tipo de contenido.


Luego de la captación inicial de un público, es factible que se intente migrar la audiencia a otro tipo de consumos que puedan tener que ver o no con la actualidad, pero tienden por defecto a un formato donde se expresa la persona, sea poniéndose por delante de sus creaciones, hecho que compartirá con los creadores de impacto coercitivo (como Damián Kuk), o poniéndose por delante de las creaciones de alguien más (como Ale Marín).



Contenido empático

El personaje, que será aquella persona que, por su personalidad, su estética, actividad, u opinión, o por una combinación de las anteladas, llame la atención de manera tal que pueda entretener a una audiencia, al igual que el creador de contenido de agenda, se usa de la agenda. Pero de la agenda que representa el pensamiento o la conducta de sus espectadores.


La diferencia es que no sigue más que una agenda estética generacional. Aquellas publicaciones interinas entre un evento de actualidad y el próximo al que los creadores de agendas podrían llamar de mantenimiento, en el caso de los personajes resulta ser su fuerte ya que el personaje trabaja desde el leitmotiv de sí mismo y desde su postura no comentará, sino que representará la actualidad. Como es el caso de Evita Luna.



Contenido de dossier

Los nichos son moneda corriente, pero, aunque ambas opciones juegan con la misma táctica, el contenido de agenda corre la agenda y el empático corre la superación. Porque, aunque ambos puedan buscar la superación en términos de audiencias, mientras que la agenda está impuesta o necesita de la alerta, de la audacia, y de la capacidad de reacción ante los sucesos populares que puedan interesar a su público objetivo, el contenido empático buscará siempre la búsqueda por el impacto sobre la percepción de su figura.


Aun así, una tercera cara forma parte de la fiesta. Creo que hay una clase de artista exploradora. Sin negar que los casos anteriores lo sean, en internet puede apreciarse el artista de dossier, que es aquel que expone sus creaciones quizá esperando que pase algo, o no. Las dificultades para estos artistas, a mi entender, son mayores en el sentido de que esperan captar la atención de otro directamente por la belleza de su creación y no por su proyecto en sí que de por sí, es mucho menos comprensible y entreverado.


Quiero decir, siendo que el arte meramente visual, no es algo que repose durante mucho tiempo en el ojo. El artista de dossier prescinde ―como regla general― de la posibilidad de que su contenido se comparta.


El contenido de agenda, así como el de impacto, buscan la identificación con otro que, al verlo, sin pensar demasiado, comparta en todo sentido. El artista de dossier lo que buscará es el reconocimiento de su obra. ¿Cualquiera de los tres casos busca el reconocimiento? Sí, y ahí entra en juego el proyecto.



Entre el reconocimiento y la exposición

Siguiendo con el ejemplo de los artistas visuales traigo a nuestra famosa colación el evento meme. Una página de memes emprende una travesía puntual. Si consigue que su contenido se comparta, se viralice, lejos de acceder al reconocimiento tendrá seguidores. Quizá pueda, ¿por qué no?, arrobarse a sí mismo en el feed de Instagram de su página exitosa cuando viendo su repercusión busque el éxito. Pero será tarde, lo que triunfó fue su proyecto. ¿Podría sacar rédito económico? Quizá. De cualquier forma, a priori, el interés de su público se sitúa en lo que hizo, cosa con la que no lo relaciona, hasta donde quiera será esclavo de su contenido, hasta donde se identifique.


Quienes hagan contenido de agenda corren una suerte parecida, aunque claramente distinguible. El contenido de agenda suele tener una cara o un nombre, pero, aunque lo que destaque sea el ingenio y la estética, no es esto lo que importa a menos que lo que se busque sea no más que una felicitación. Si tal es reconocido por sacar la postal de Halloween posmoderna y crítica, tal no estará tan lejos de su postal. No por nada muchos dibujantes de periódicos deciden salirse del esquema en el que su viñeta semanal o diaria comenta un hecho de actualidad.


El artista empático parecería comprender esto, y en cambio, buscando ser novedoso, tiende a interesarse desde una primera instancia por la asociación de su trabajo a su persona, lográndolo en ocasiones sucumbir en la pregunta sobre qué será lo próximo que hará. El artista de dossier, como insinué anteriormente, intenta ilusoriamente saltearse estos pasos y ser una figura asociada con su trabajo antes de mostrarnos otro proyecto que su trabajo en sí.

En cualquiera de los casos ejemplificativos, el proyecto será eventualmente necesario.

Aclaro: proyectos tiene todo el mundo, cuando digo de proyecto me refiero a la promesa de obra.

Cuando la agenda se haga reiterativa y el arte sea no más que producto, se buscará. Cuando el impacto sea ya imposible, se necesitará. Así como en el dossier se intenta.


Puedo entender de la agenda el producto, si eso es lo que se quiere, y el proceso de adaptarse puede continuarse hasta el hartazgo. El impacto por su parte tiene un límite definido, habrá una barrera que ya no se pueda atravesar, pero también esta barrera tendrá su público.


Lo que sucede con ambos es que el objetivo de sus proyectos es —en sí mismo— un llamado de atención de cara al proyecto. Cuando la atención se estabilice ―porque la atención también tiene límites definidos― de haberse sucedido el sustrato económico podría generarse una estabilidad preventiva que requiera de mantenimiento constante.


Así, me atrevo a situar al contenido de agenda como el de impacto dentro de la categoría del meme, recordando el significado inicial del término: ideas, prácticas, o símbolos, que puedan transmitirse a través de la mímica.


Lo masivamente compartido, o lo que se estructura para serlo, no busca más que la identificación seguida de la transmisión sin esperar la perdurabilidad. Ahora, si dejamos que corra el meme por otra vía, la del estímulo acelerado, y nos preguntamos por el arte en sí mismo y los objetivos de los artistas, nos encontramos con esa insoportable sensación trascendencia que ampara al artista en el arte en primer lugar.


De generaciones provocativamente nihilistas surgen artistas quejumbrosos como antes surgían cada tanto. Enfrentándose éstos ante el mar de la posverdad, perdidos en los ríos de las redes, intentan explicar lo que exclusivamente entienden, a veces, de manera frecuente, cayendo el cliché de la agenda como manotazo de ahogado.


Cuando no, caen en lugares tan públicos que comienza el escándalo interno del ‘cómo hago’. Las miradas ventajosas se inician, las movidas de márquetin, las campañas de éxito. Y ya habiendo salido de las artes visuales, atendiendo al arte en sus generalidades, ocurre el epifenómeno de la eutanasia mística.


Por decisión voluntaria el artista elige sacrificar sus intereses esperanzado de que la habladuría sobre las problemáticas de agenda lo visibilicen, o lo que es peor, los intereses del artista pasan a ser los de su manada obviando cualquier perspectiva o intencionalidad propia.


El artista reproduce lo que un hipotético público quiere siendo esto algo invariable. El artista llega a convencerse de que está añadiendo al lote sin reconocerse como parte del lote.

Aconteciendo o no el caso, el próximo paso para el artista ―hasta ahora independiente― es conceptualizar su creación. El artista quiere dar charlas, dar clases, talleres, mostrar su obra en exposiciones, vender en una feria, protagonizar algo, aparecerse en lugares donde se lo reconozca por lo que hace.


Picó desde siempre el reconocimiento, pero el proyecto pretende algo más, un medio de vida, una actividad continua que pueda reducir la distancia entre felicitación y felicitación.

Por eso los bares, por eso las presentaciones, las idas a los eventos, a las ferias, exponer, ganar un concurso. Nuevamente, la campaña de éxito del artista es clave para comprender la posibilidad de algún tipo de plataforma, la generación de un público generalmente interesado necesita un lugar.


Las redes lo proponen, pero el artista quiere el encuentro, necesita del hecho empírico que luego será demostrado, comprobante burocrático, credencial de su experiencia y su reconocimiento. Sus saberes meritocráticos acumulables.

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