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Irene Brusoni

Entonces, todo se mezcla en el párrafo anterior


Irene Brusoni
Irene Brusoni


Las responsabilidades y las necesidades hacen imposible envejecer porque la creación en el arte no es para todos. El único medio de identificación es la angustia y la envidia envidiosa de tener que coexistir en las oportunidades de mi propia elección. La culpa del privilegio sin consecuencias reales y lo esperanzador del capital. La exposición tiene que sustentarse en los espacios de renombre, mientras el mal llamado 'teatro amateur' logra transformaciones revolucionarias sin fondos. Lo justo, las soluciones, las posibilidades y la opinión son parte de nuestra visión ignorante del esfuerzo y el tiempo perdido en el párrafo anterior.




La creación ocupa un lugar muy significativo en mi vida diaria. Gran parte de mi día a día consiste en pensar formas de colaborar a mi creatividad, así como también fantasear con la idea de poder vivir del arte. Es decir, mi pensamiento usualmente oscila entre la expresión y el uso práctico de esa expresión.


Mi capacidad de crear se ve impactada y, en ocasiones, interrumpida por las responsabilidades y las necesidades inmediatas de ser un adulto en la sociedad contemporánea. Establecer rutinas que permitan dedicar tiempo a la creación puede resultar sumamente desafiante cuando nos encontramos inmersos en otras tareas y obligaciones que, aunque tal vez no nos brinden la misma satisfacción, son necesarias para nuestra vida diaria.


Mi conexión con la creatividad, entonces, se ve restringida por varios aspectos de mi estilo de vida. En primer lugar, enfrentar la exigencia de un esfuerzo mental y físico considerable, lo que me lleva a cuestionar si seré capaz de mantenerlo a largo plazo. La convivencia de mi trabajo de oficina y la búsqueda de la creatividad me confronta diariamente con el miedo al envejecer y la conciencia de que, en algún momento, podría verse comprometido mi ideal de dedicarme plenamente a esta forma de expresión. Aunque reconozco que esta reflexión es común y es debatida por los jóvenes que nos dedicamos al arte (y otras profesiones), siento que en nuestro entorno no siempre se aborda de manera adecuada y, en ocasiones, incluso se refuerza la idea de que conciliar ambos aspectos es imposible generando así una noción de que el arte no es para todos.


Entonces, todo se mezcla: la creación, las responsabilidades y las necesidades;

envejecer, lo imposible y que el arte no es para todos.


El arte nos enseña a estar presentes, a aceptar nuestra imperfección y a expresar nuestro mundo interior sin importar qué. Sin embargo, en ocasiones nos encontramos con la idea contraria, con un arte exclusivo y limitado a un único medio.


Es complicado sentirnos identificados con un único medio; muchas de mis preocupaciones o angustias se relacionan con el sentido de pertenencia, con no lograr la identificación plena con ninguna forma u opinión artística. Mi relación con el medio artístico es errática, a veces impulsiva e incluso envidiosa. Quizás esto se deba a que estoy esperando del medio algo que no puede darme, o tal vez sea difícil coexistir entre nosotros cuando, en realidad, todos estamos persiguiendo las mismas oportunidades que, sumado a lo anterior, no estamos seguros de querer realmente.


Sin embargo, aquí surge una dimensión crucial e interesante: la constante tensión con el medio, el enojo y la angustia que surgen de mi propia elección de vivir del arte. Es a partir de esta tensión que, poco a poco, voy descubriendo cuál es mi lugar, con quiénes deseo colaborar y dónde encuentro que el arte se vuelve verdaderamente transformador. De hecho, el hecho de no identificarme plenamente con el medio puede incluso resultar esperanzador. En este punto es donde se hace evidente mi privilegio y el ciclo vicioso de sentir culpa al quejarse de un medio con el que tengo la libertad de enojarme sin enfrentar consecuencias reales y tangibles.


Entonces todo se mezcla: un único medio, las angustias, la identificación, la envidia envidiosa, el coexistir, las oportunidades, mi propia elección, lo esperanzador, el privilegio, la culpa y las consecuencias reales.


No es ninguna novedad que el capital tiene un rol dominante en las sociedades contemporáneas y que el ámbito del arte no es una excepción a esta realidad. Si bien no todas las formas de expresión artística requieren grandes cantidades de dinero para su realización, es innegable que cuando hablamos de sumergirnos en un medio en el que nuestras creaciones pueden alcanzar niveles de exposición que nos permitan sustentarnos a través de ellas, estamos hablando de dinero.


Si el teatro no habita espacios de renombre o espacios reconocidos, es tildado como 'teatro amateur', no profesional, lo que nos desmarca rápidamente de lo real, de lo posible o lo merecedor de reconocimiento.


Es posible que una de las transformaciones revolucionarias radique en eliminar la necesidad de acceder a ciertos espacios, o contar con determinados fondos y apoyos, para nuestras expresiones artísticas sean reconocidas como profesionales. Si todas las manifestaciones artísticas son vistas y criticadas en su propia expresión, es probable que la discusión termine siendo al menos un poco más justa.


Entonces todo se mezcla: el capital, la exposición, sustentarse, los espacios de renombre, el teatro amateur, las transformaciones revolucionarias, los fondos y lo justo.


Es cierto que hablar de soluciones puede resultar complicado, pero estoy de acuerdo en que podemos acercarnos más a ellas si se crean espacios que amplíen constantemente las posibilidades de expresión y opinión dentro del ámbito artístico. Necesitamos espacios donde no solo se nos permita expresar nuestras opiniones, sino también donde podamos ser conscientes y reconocer nuestras propias limitaciones e ignorancia.


A veces nos limitamos a dialogar internamente con aquellos en quienes confiamos y con quienes compartimos nuestras visiones y creo que esto se debe al temor del impacto de las opiniones, ya sean positivas o negativas. Las opiniones pueden ser constructivas y edificantes, pero también pueden ser destructivas y, considerando el tiempo y esfuerzo invertido en la mayoría de las propuestas, puede resultar injusto. Tal vez no sepamos cómo criticar de manera imparcial porque acá todos nos conocemos, o tal vez, y volviendo a lo planteado en el párrafo anterior, no haya suficientes espacios de crítica que sean igualmente escuchados.


Entonces, todo se mezcla: las soluciones, las posibilidades, la opinión, la ignorancia, nuestras visiones, el tiempo y el esfuerzo, se mezclan en el párrafo anterior.



Irene.

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