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Josepe Antalino

Epilepcia parte 5

La performance hace nuevamente de las suyas cuando el clímax y el desenlace acaban en las tetas. Lo hipnótico se establece al inicio anunciándonos que va a ser largo y duro, que se estirará y que intentará significar más de lo que significa. Esta es la representación pura de que hay u n ejército de dichos de postraumáticos que se quedaron con el discurso vacío de que el teatro es político obviando de por sí el significado de lo político en general. Sabemos, por ejemplo que Pavlenski clavó su escroto en la Plaza Roja de Moscu y que años después prendió fuego las puertas de la ex KGB, ¿qué sentido tiene performar entonces unos cuerpos epilépticos y danzarines en un galpón? El evento está como está en cualquier parte, pero si pensamos que el teatro sitúa al ser en el parámetro de observar con consentimiento, mostrar un cuerpo hoy en día, por feo que nos resulte decirlo, no significa nada. El cuerpo como tal perdió valor de extrañamiento, el acceso al cuerpo de la otredad está al alcance del ojo y observarlo en vivo, o situarlo como hecho trascendental, nos hace pensar que detrás de eso hay una intención sumamente ‘adolescente sin internet en los noventa’. Exponer cuerpos hoy en día, o ofrecer discurso sobre la exposición del mismo, la aceptación personal, esétera, es algo sumamente trillado. Algo que pasa a menudo en un circuito que intenta constantemente expropiarse de la agenda mundial con el fin de poder alquilar más sillas para culos. ¿Pensó la dirección en qué iba a transmitir? Porque si pensaba que estaba transmitiendo alguna clase de disrupción, claramente, pensó que la disrupción era lo popularizado. Buscar el desglosado del tópico en agenda pareciera cada vez más inalcanzable, los fondos concursables, los medios y los espectadores, realzan a ciegas la temática por sobre su contenido, importando más el título y un esbozo o una promesa de contexto conceptual, que la transmisión de una postura o manifiesto.

En Epilepsia parte 5 los tópicos en auge son nuevamente violados y llevados al ícono, se simplifican, se enrollan generando un cúmulo de clichés coreografiados, asintomáticos e inexpresivos. La belleza de los cuerpos y sus movimientos siempre es agradable de mirar, llegan, en este caso, a ser adormilantes. El mero intento de la dirección de dar voz a sus actuantes, resulta necio y produce además del sueño, la rabia. Remarcando lo sobre explicado como si no fuera la dirección consciente de que el cliché representado había sido representado, como si pensara que estuviese descubriendo la penicilina y la verdad que da pena pensar que alguien no accede a Instagram para comprender que estamos en la burbuja del fastidio y que dentro de ésta unánimemente se vota a la izquierda, se piensa que la izquierda no es la izquierda pero que, «bueno, ya fue», y que se critica al patriarcado, y se fomenta el meme «pues todo es un gang gang».


Esta pieza es casi que para ciegos, pierde cada una de las oportunidades de reconocerse y alcanzar una lágrima de humor o de reconocimiento. La trascendentalidad como peste se desgaja en instancias de desnudos donde un viejo sentado al lado mío parece atender por primera vez en cuarenta minutos y estira el cuello como una tortuga con la pija parada. Esto, sin dudas, habla de que lejos de problematizar la objetivación de cuerpos, Epilepsia parte 5, la fomenta.

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