La necesidad de plataformas de expectativa presencial en favor del movimiento
- Sr. No
- 11 jun 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 13 jun 2023

Por plataforma refiero a un lugar donde el hecho artístico no solo se suceda sino también funcione como centro de públicos. Una plataforma es un lugar de accesos, que ofrece un contenido que, pudiendo o no ser específico, corresponde a un mecanismo de consumo específico.
Se ingresa a Spotify a consumir música o radio hablada. Se ingresa a Twitch para consumir gente haciendo algo a lo que habla. Incluso en una plataforma mucho más abarcativa como YouTube, donde se puede encontrar un video de un gato, una charla, o un resumen de cualquier cosa, puede decirse que está enfocada en videos que puede hacer cualquiera. Así cualquiera de estas tiene su funcionalidad, cada quien podrá cargar en su plataforma lo que le parezca siguiendo las reglas finitas de la plataforma en cuestión. Sus industrias marchan en base a estéticas puntuales.
Presencialidad y resistencia
Tratándose de plataformas presenciales la complejidad se amplía. La economía y cultura del esparcimiento, absolutamente anexada a la industria de los bares, del alcohol y las papas fritas con cheddar, capitaliza al artista como un medio entre éste y su hipotético público. El músico toca en el bar mientras la gente come. Lleva a sus amigos, a su familia. Lleva clientes y a cambio obtiene una hamburguesa, morlacos de un sombrero, y de paso una plataforma. En menor medida, pero igualmente, en ocasiones los bares abren sus puertas para que se sucedan exposiciones de pinturas, de fotografías, teatro, esétera.
Claro está que el modelo de artista emergente busca su plataforma en donde hay y como puede. Ahora, ¿qué es lo que buscan de estas ambiguas plataformas de expresión sino visibilizarse?
El sustrato económico puede darse ―de manera generalizada― como elemento complementario a la economía del teatrista o músico que entre otros vaivenes ―clases, talleres, subsidios― reitere su actividad en los bares, puede ser también un complemento zafral. Pero en general, esta actividad under suele, sobre todo, complementar un proyecto ulterior que eventualmente necesitará de una plataforma que necesite ―no solo de un aforo mayor― sino que también de la atención del público en su obra y no así en la comida.
Si bien, como expreso en "El almanaque: tácticas y contenidos del arte en el internet de la posverdad", pienso que el camino no aparece en la artes presenciales sino en la digitalización de obras, me esfuerzo aquí en mirar la escena de lo presencial analizando defectos y posibilidades.
Posibilidades independiente: la hipotética generación de un público
Las artes vivas dependen ―obviando el escaso arte callejero― de instituciones. Éstas, suelen tener intenciones políticas o comerciales ―más bien ambas― y con sus intencionalidades delimitan la oferta o la candidatura a ocupar los espacios que poseen y que les suponen rédito en cualquiera de las dos afirmaciones. Si bien el artista suele apelar a su subsidio para presentar su obra, aquí nos centraremos en la actividad independiente.
De esto suelen ser ejemplo los músicos que, en relación a bares y eventos, pueden acceder a algo parecido a un escenario y, en todo caso, a un público. Como se sobrentiende, la actitud del músico no está ―a rajatabla― alineada con el bar o evento en cuestión, sino que se usa del mismo ―así como el éstos se usarán de su arte― para darse a conocer.
Yendo a otras puntas del arte, lo mismo pasa con las pintura, con las exposiciones fotográficas, con las ferias de ilustración, tatuajes, y stickers, como también en contadas ocasiones con la danza o el teatro. La ocupación o la creación de un espacio, de cualquier manera, depende siempre de la condicional de 'evento'. Esto no significa que no haya espacios con mayor enfoque cultural que otros, sino que los espacios ―o las instituciones― prevalecen más allá de la actividad cultural y se usan de la misma por para visibilizarse o hasta de cara a un aguinaldo.
De esto dio su ejemplo Orientación Poesía con su En el camino de los perros, donde, tomando 2017 como redondeo, generó gran cantidad de lecturas e interpretaciones performáticas en los bares de Montevideo, no más que llevando su propuesta a los bares (para empezar).
Por esto, los espacios están ahí. Obviando entidades como el CCE, o el EAC, o hasta incluyéndolas, la posibilidad de ofrecer una actuación o exposición ―en materia de lo que fuera― en un bar, está al alcance de la mano. La mayoría de los bares están predispuestos a las propuestas o son accesibles porque éstas les representan el acercamiento directo de públicos que, de otra manera, esa noche, podrían haber ido a cualquier otro bar o no haber salido de la casa.
Como regla general, los espacios disponibles, fuera del sistema de arrendamiento de salas o de los pertenecientes a la Intendencia de Montevideo, están disponibles si se les golpea la puerta. El hecho de que tan solo tres o cuatro espectáculos decidan presentarse al año en bares ―tomando el bar como lugar popular y accesible― es contrario a la posibilidad de captación de nuevos públicos.
Teniendo esto en cuenta, es inhóspita la queja de los precios de las salas en un medio independiente que no se asume como tal, recayendo en lo institucional, siendo privado. Es fundamental, para cualquiera que desee promulgar o favorecer las artes vivas, pensar en la posibilidad de adaptación ―no parcial sino total― a esta clase de espacios, con la intención de captar nuevos públicos o hasta de fomentar una tradición en torno al consumo de artes vivas cualquier sábado por la noche.
Que esto no se suceda, creo, vuelve a hablarnos de un artista dependiente del apoyo de terceros, de prestaciones y de pretensiones, que no terminan de alinearse con su queja ante la falta de públicos. Nos habla de artistas que no buscan públicos, sino que los 'merecen' de antemano golpeando siempre las mismas puertas, algo perezosos.
Comments