La unificación de culturas de cara al futuro de la especie
Por descabellado que parezca para quién no esté enterado, la Ciencia —con capital mayúscula— hipotetiza y cincha para alcanzar la sociedad globalizada. El orden mundial que sale en los dólares no es solamente una intención de régimen u orgullo nacionalista o político, sino que es un fin de carácter biológico cuando se mira al humano como no otra cosa que un bicho.
Según Wikipedia, la futurología es “el estudio de los futuros posibles, probables y preferibles”. No estamos hablando de Nostradamus, si bien los estudios sobre el futuro pueden confundirse con predicciones astrológicas, ocultitas, o religiosas sobre el mañana, lo cierto es que el término tiene su uso especifico en el campo académico de las ciencias sociales y naturales.
La futurología se utiliza de datos estadísticos, y revisa el pasado analizando las tendencias del presente para conjeturar el impacto que tendrán en el devenir. Así se adquieren nociones sobre la densidad de población que tendrá un país, sobre la economía, el cambio climático, el destino del núcleo de nuestro planeta, o incluso el de nuestro sistema solar, o el de nuestra galaxia.
La escala de Kardashov tiene el fin de estipular el grado de evolución tecnológica de una civilización y es una de las proyecciones más aceptadas por la comunidad científica. La escala plantea —a priori— tres tipos de civilizaciones inteligentes:
La tipo 1 estaría en total dominio de la energía de su planeta pudiendo aprovechar todo su potencial. La tipo 2 ya jugaría con las estrellas. Y la tipo 3 sería lo más parecido a un imperio galáctico.
Flash Gordon, Star Trek, y Star Wars, dice Michio Haku (divulgador, futurólogo, y físico teórico que trabaja en el City College de Nueva York y la CUNY Graduate Center, estudiando la Teoría de Cuerdas).
Nuestra civilización, aunque todavía no alcanza a ser tipo 1, se está aproximando. Según esta escala, en 1986, iba por el 0,79. Ser una civilización tipo 1 no incluiría únicamente el control climático y la sustentabilidad ambiental del planeta, también implicaría tener una política planetaria, un idioma planetario, y una cultura planetaria.
Es un proceso lento, no imaginemos que ahora estamos por los 0.97 por a la vista está que no es así. Pero, aunque parezca distante, tanto las ciencias sociales (con sus pretensiones de desarrollo sustentable) y las ciencias naturales (con el desarrollo de computadoras cuánticas), por las vías de las telecomunicaciones cualquiera de las dos, —y más recientemente— de la internet y las inteligencias artificiales, podemos hablar de una implicancia y absorción cultural externa que se impregna a la cultura territorial para crecerla y poco a poco, unificarla.
Se sobre entiende que para esto falta y que, para alcanzarlo, primero oriente y occidente deberían solucionar el conflicto geopolítico en el que se debaten el dominio del planeta. A esta altura, el mundo, es un tablero de tiro al blanco donde constantemente impactan darditos de cultura. La gastronomía, el espiritismo, la sexualidad, la literatura, la música, la televisión, el cine, la moda, esétera, aportan a la diversidad cultural, pero lógicamente, son las naciones que más exportan cultura, las que más impacto tienen. Por ende, cuando se suceda la homogeneidad, serán esos los aportes prevalecientes.
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